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La iglesia en la Nueva España

Principales características

 

La justificación de la Conquista fue el llevar la religión verdadera a las tierras descubiertas. La reina Isabel afirmaba que aún cuando no hubiera más que un indio que salvar en América era bastante para realizar la Conquista; así consiguieron el Patronato Real, que les autorizó a recibir no sólo el diezmo, sino también donaciones. Tanto Cortés como los primeros gobernadores insistieron ante la Corona en la necesidad de enviar misioneros para continuar la obra de colonización.

 

Poder de la Iglesia en la Colonia

 

Se debió primero a la íntima conexión con el Estado y después a la universidad de la fe sin libertad religiosa. La iglesia hacía las veces de registro civil y controlaba la educación y le beneficiencia pública.

 

La evangelización

 

Los frailes se distinguieron por su bondad, humildad, sencillez, sacrificio y espíritu caritativo, por lo que fueron amados por los indígenas; los eclesiásticos que arribaron después en el siglo XVII, mostraron un espíritu más rudo. En 1523 fray Juan de Tecto, fray Juan de Ahora o Aohora y Pedro de Gante, fueron los primeros en llegar a Tlaxcala. El último se distinguió por su bondad y defensa de los indígenas. La obra religiosa del siglo XVI fue maravillosa; los frailes se aprestaban primero a aprender todas las lenguas indígenas, y después enseñaban oficios. Estudiaron sus razas y sus cosrumbres, y así se distinguen los investigadores históricos como fray Toribio de Benavente y fray Bernardino de Sahagún, que inspiró al primer virrey la idea de crear un colegio para los indios. Landa, Torquemada y Andrés de Olmos procuraron reconstruir la vida indígena y mejorarla en todos los aspectos. Para llevar a los indios a la religión, impusieron nuevos sistemas de evangelización a base de gráficas, estampas, dibujos, cantos y representación de entremeses. Usaron interpretes.

 

 

Primeros misioneros

 

Al principio fueron llegando los franciscanos, Cortés los recibió con muestras de enormes respeto, lo que maravilló a los indígenas, que no podían comprender la humildad mostrada por los conquistadores ante personas con apariencia tan pobres. Fray Martin de Valencia, se inclinó a las misiones y marcó la pauta para que todos los frailes que le siguieran fueran maestros y defensores de los indios. Fray Pedro de Gante fue un educador que procuró fundar escuelas para los indígenas. Fray Toribio de Benavente ayudó mucho a los indígenas, pero al mismo tiempo no menospreció a los españoles. Fray Juan de Zumárraga, el primer obispo, se distinguió por su caridad y amor a los indios, no obstante fue acusado de haber destruido muchos restos de la cultura indígena llevado de su celo apostólico. Don Vasco de Quiroga llamado "Tata Vasco" procuró establecersociedades de tipo utópico como los hospitales de Santa Fe, donde se recogieron muchos huérfanos a los que se le dio enseñanza para los oficios. Los indígenas le manifestaron gran cariño y le consideraban su padre llamándole por ello "Tata". Fray Junípero Serra procuró evangelizar en Alta California. Aún cuando muchos indígenas se convirtieron a la religión católica, en el fondo conservaron sus tradiciones y costumbres, mezclando a ambas doctrinas. Abundaron bautismos y matrimonios tropezando los frailes con problemas derivados de la poligamia. Torquemada sostiene que entre 1520 y 1540 llegaron a seis millones de indios bautizados, pero hubo indígenas que siguieron adorando a sus antiguas divinidades en montañas, bosques y lugares ocultos, por lo que los obispos tuvieron que recurrir a la destrucción de todo lo que recordara la idolatría.

 

Otras ordenes religiosas

 

En 1526 llegaron los dominicos que buscaron ser menos severos en su trato con los españoles.

En 1533 llegaron los agustinos y posteriormente la Compañía de Jesús que se dedicó más bien a la educación superior de las clases acomodadas. Los benedictinos fueron contemplativos. Los hipílitos y juaninos arribaron en las postrimerías del siglo XVI y se ocuparon de la beneficiencia.

REFERENCIAS

 

Lozano Fuentes, J.M.López Reyes, A.Historia General de México. Tercera edición. México, 2014 

El clero regular y el clero secular

 

El primero llamado así por encontrarse sujeto a una regla con los famosos tres votos mayores: pobreza, obediencia y castidad; vivían en comunidad y su organización era democrática,  ya que ellos mismo elegían su superior. Los franciscanos se establecieron en Tlaxcala, Querétaro, Durango y Sinaloa. Los dominicos en Oaxaca, los agustinos en Guerrero, etcétera.

 

El clero secular estaba sujeto a la autoridad de un obispo, el cual gobernaba sobre una provincia ecleciástica, con sede generalmente ubicada en una capital. La diócesis se componía de parroquias o pequeños distritos al frente de los cuales estaban los párrocos. En 1546 se creó el arzobispado de México con categoría de primaria. Uno de los problemas más graves de la administración eclesiástica de la Nueva España fue la competencia que surgió entre clero regular y el secular, pues el primero se dedicaba a la cura de alamas sin ser éste su cometido, chocando con el clero secular que veía invadido su campo de acción. La Iglesia de México ocupó un puesto tan importante que pudieron efectuarse en ella concilios provinciales.

El tribunal del Santo Oficio

 

El protentantismo en América no llegó a tener durante la colonia la influencia necesaria que pudiera hacer peligrar a la unidad. Se buscaba sobre todo, la simiente necesaria para atraer a los nuevos cristianos, prescidiendo del boato y burocracia eclesiásticos, por lo cual hubo ciertos enfrentamientos entre la autoridad y el espíritu evangélico.

 

 Felipe II se ocupó, de traer a América el Tribunal de la Inquisición, estableciéndose en 1569 dirigido por los dominicos, que a causa de ello perdieron algo de popularidad; su poder emanaba directamente de Roma. En 1571 don Pedro Moya Contreras comenzó a figurar como primer inquisidor. Como mismo, le asistieron varios funcionarios, entre ellos tres jueces y muchos comisarios; vigilaba no sólo la pureza de la fe, sino la moralidad de las costrumbres y aunque dictaba sentencias y penas, jamás las ejecutaba, dejando que lo hiciera la autoridad civil. Se persiguió a las autoridades y católicos que públicamente negaban alguno de los dogmas y pretendían proselitismo de sus ideas, así como a los apóstatas y brujos. De las penas que aplicaba el tribunal, la máxima era la quema en la hoguera, pero en los tres siglos de Colonia, sólo fueron ejecutadas unas 40 personas, la mayoría extranjeros con espíritu proselitista indígenas dedicados a la magia negra y brujería. En general los indios estuvieron excluidos del juicio inquisitorial.

 

Los suplicios eran comunes a cualquier tribunal de la época y las penas impuestas solían ser desde penitencias espirtuales hasta la muerte. El auto de fe público o privado al cual asistía el acusado cubierto con un hábito llamado sambenito y con el capirtoe, era la ceremonia donde se ejecutaba la sentencia. El reo que resultaba culpable perdía sus derechos para desempeñar cargos públicos y sus bienes eran intervenidos. 

 

La íntima unión entre Iglesia y Estado determinó que, en los últimos años de la Colonia, el tribunal persiguiera los movimientos de carácter político. El Santo Oficio tuvo a su cargo la censuera en materia de libros, especialmente durante el siglo XVIII, aunque es evidente que los libros de la ilustración fueron permitidos a las clases sociales privilegiadas deteniendo el conocimiento del tribunal.

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